Sarmiento y Estrada son símbolos de la educación en nuestro país:
Sarmiento entendía que la educación debía preparar a las naciones en masa para el uso de los derechos que ya no pertenecían a tal o cual clase de la sociedad, sino simplemente a la condición de hombre. Sostenía también que el poder, la riqueza y la fuerza de una nación dependían de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen. Y la educación pública no debía tener otro fin que el aumentar esta fuerza de producción, de acción y de dirección, generando cada vez más individuos que las poseyeran.
Estrada, siguiendo las ideas de su época, consideraba que la educación secundaria tenía como objetivo la formación de la clase dirigente: “La instrucción secundaria, con la superior, profesional y facultativa, prepara la clase gobernante (…)” Él pensaba que la motivación no debía ser el lucro económico, sino la elevación del espíritu y de las facultades humanas.
Desde entonces y hasta el presente la educación argentina ha transitado un proceso de democratización progresiva que es sinónimo de orgullo, pues, fue abriendo las puertas de la formación para la sociedad en su conjunto, yendo más allá de lo que plantearon ambos pioneros de la enseñanza.
Esta política de Estado ha dado como resultado una Escuela argentina que ha recibido siempre en sus aulas a una población heterogénea, diversa. La mayor riqueza que tiene el colectivo escolar radica allí, en las diferencias que se manifiestan día a día en las aulas. Creemos que trabajar la heterogeneidad es más que respeto y cuidado por el otro, por la diferencia. Es repensar la idea de diferencia. Es entender que todos tienen las mismas posibilidades de ser educados, y de manera activa, no poner en duda su educabilidad.
Hoy nos reunimos para recordar y homenajear a todos los que estuvieron y estamos dentro de las aulas e instituciones escolares, que con gran esfuerzo contribuimos a la educación de las nuevas generaciones en un contexto nacional sumamente difícil y con desafíos permanentes. En este sentido compartimos con Eric Hoffer la idea de que “En épocas de cambios radicales, el futuro es de los que siguen aprendiendo (…)”
Por eso, es necesario re pensar el rol del docente hoy como educadores de los ciudadanos del futuro.
Y me hago eco de las palabras que expresan los hermanos Salvatto en su libro “La batalla del futuro”: “Hoy en día, los docentes tienen el enorme desafío de compartir las horas de clase con alumnos que tienen al alcance de su mano una infinidad de contenidos que probablemente les interese más que su clase.
Llevar el siglo XXI a las aulas no es dotarlas de un proyector, una computadora y hacer una presentación de power point con el mismo contenido que se hubiera escrito en el pizarrón. (…) Por el contrario, adaptar la educación a las necesidades actuales significa también captar la atención del alumno con los temas que afectivamente le interesan, empoderarlo intelectualmente y darle herramientas para que pueda desarrollar su análisis crítico. Y por parte del alumno, por supuesto, dejar el modelo pasivo e involucrarse mucho más de lleno en el proceso educativo (…)”.
Para concluir, Uno es profesor porque domina un área del conocimiento, pero uno es docente cuando está convencido de que puede modificar el futuro, ayudando a la formación de personas para que tengan un proyecto de vida, para que construyan un mundo mejor y más digno.
Pese a todo, no dudamos de que somos afortunados, porque vemos la vida, las ideas y las esperanzas nacer cada minuto dentro del aula, porque ustedes alumnos son los que nos enseñan a no bajar los brazos, son lo que nos permiten estas alegrías y son los que dan sentido a nuestra profesión.
Muchas gracias a todos, y ¡Feliz día del profesor!
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